jueves, julio 26, 2007

JJ Téllez: Manifiesto "No a la Guerra" Marcha a Rota 2003


Juan José Téllez
Discurso "No a la Guerra"
Marcha a Rota 2003

Aquí estamos, contra viento y marea, los mismos de siempre: los iluminados, los tontos útiles, los compañeros de viaje de los cantamañanas, aquellos que recibimos los insultos y los golpes de todos los Gobiernos poniéndoles un espejo en vez de la otra mejilla, poniéndoles contra las cuerdas del reflejo de lo que son, de lo que fue siempre el poder. Esto es, intolerancia y barbarie, terrorismo de Estado en forma de guerra, mano dura y tente tieso, represión y miedo, un generoso presupuesto en gastos militares frente al déficit cero para educación, salud y futuro.

Hoy, no sólo volvemos grupas hasta esta fábrica militar de bombas en los mercados y de ataúdes blancos en nombre de la libertad y de la democracia, para reclamar lo de siempre: que las bases se cierren y los corazones se abran, que los misiles se desarmen y se armen los cuerpos para la batalla del amor, que debiera ser la única madre de todas las batallas.

Hoy, estamos aquí, para luchar contra una guerra, que sigue siendo también la guerra de siempre: odio y dinero son sus únicas banderas, destrucción y mentira, sus mayores costumbres. La guerra contra Irak, en la que España participa como un lacayo vergonzoso y cobarde, es la guerra eterna contra el ser humano, la guerra de los semidioses de las compañías transnacionales contra la carne débil de los miserables, es la guerra de las galaxias contra los tirachinas de los pastores. Pero que no olvide el Gran Padre Blanco que vive en Washington. Que no olvide nunca el viejo imperio victoriano que duerme en el número 10 de Downing Street. Que no olvide el oscuro funcionario castellano que se cree Napoleón en el manicomio de La Moncloa. Que no olviden, que con una simple honda, David venció al mayor de los gigantes. Que con un simple sueño, Don Quijote supo combatir a los molinos. Que una simple palabra puede cambiar su mundo, porque otro mundo es posible, porque frente a su guerra implacable, nosotros levantamos la trinchera de la vida, que es una guerrilla invencible, una línea de combate sin vuelta atrás, una infantería de brazos abiertos frente al avance de los tanques, una armada de marineros en tierra que quieren liberar las gaviotas presas por el águila gringa, una caballería de pancartas blancas, frente a las banderas de la sangre, llenas de barrotes de cárcel y de estrellas de generales.

En no menos de dieciocho ocasiones, nos hemos reunido aquí, junto a la Base de Rota. Aquí, no menos de dieciocho veces, hemos venido a concentrar nuestro pobre ejército de hombres de luz que a los hombres alma de hombres les dieron, frente a una de las puertas de la Base que no fue nunca nuestra. Frente a una de las puertas del país de la leche en polvo y de los bates de béisbol. Frente a un mundo que cree que los locos somos nosotros y que los cuerdos son aquellos que deciden que la gente muera para que el dinero avance. Aquí estuvimos y aquí estamos, para pedir lo que es nuestro, para preguntarle de nuevo a esta ciudad azul con un castillo encantado que lleva el nombre de la luna, dónde están tus huertos, tu melón, tu calabaza, como te lo preguntaba hace mucho, Rota, Rafael Alberti, el camarada centenario que hoy nos sigue acompañando con María Teresa León, con el puño en alto y el alma en un puño, desde que aquí mismo, frente a esta misma playa, hace la friolera de 72 años atrás, vieron ondear la primavera de la Segunda República española con las banderas tricolores que también hoy nos acompañan en esta marcha. Salud, Rafael. Salud, María Teresa, Salud, frente a la muerte colectiva, salud en pie de paz, frente a los reyes que callan y a los gobiernos que rugen, frente a la policía que golpea a sus ciudadanos en vez de protegerlos, frente a los mastines del poder, que llevan toda la historia husmeando el rastro, y no lo sueltan, de los que no tienen nada y hasta la tranquilidad de la nada se les niega.

Gritemos con ellos, fuertemente de nuevo: mano a mano, que España no es del hispano, sino del norteamericano. Que España sigue siendo de los destacagados. Que la España de ellos, la de quienes usan su nombre en vano, es una exiliada en un país bilingüe, donde se habla el idioma de los coches oficiales y donde se habla el idioma masivo de la gente sencilla que no quiere seguir marcando marcialmente el paso de la oca. A ellos, a los de siempre, a los que usan y abusan de todos nuestros votos, les importa más perder esos votos, que perder vidas humanas, les importa más perder un despacho que perder los papeles. Les importa más perder la calle, que siempre dijeron que era suya, que perder el sentido del honor y esa tradición, precisamente española, de no apuntarnos a los bombardeos a los que no nos llaman.
A ellos, no les preocupa que las víctimas civiles alimenten los pozos de petróleo que a lo mejor administrará en el futuro algún amigo del recreo del presidente Aznar. A ellos, no les importan las fosas comunes sino las bolsas particulares. A ellos, no les importa que seamos cómplices de un crimen, sino que ese crimen no sea suficientemente limpio, suficientemente aséptico, suficientemente light, como para no comprometer los resultados de su próxima campaña electoral.

A ellos, la campaña guerrera contra Irak les trae sin cuidado. A ellos, la única campaña que les interesa ahora es la de las elecciones municipales. Por cierto, demos una calurosa bienvenida hoy a algunos de los compañeros dirigentes del Partido Socialista Obrero Español que vuelven a acompañarnos a esta marcha, después de cierto tiempo de ausencia. ¿Dónde estabais durante todos estos años, cada vez que tocaba acercarnos hasta las puertas de la Base como si fuera el congreso anual del club de las utopías solitarias? Os hemos echado, sinceramente, en falta. Bienvenidos, ahora, por los motivos que sean. Sentios como en casa y ojalá sigáis aquí, en esta y en otras romerías laicas en honor del pacifismo, incluso cuando vuestros líderes ocupen el poder y la gloria, la avaricia de las cumbres, el boletín oficial y el ministerio de la Guerra.
Pero, hoy por hoy, quien tiene la sartén por el mango y el mango también es ese partido de la bandada de pajarracos. Ese partido que aprovecha cada tribuna para arremeter contra su propio pueblo; un pueblo que no quiere protagonizar de nuevo Bienvenido Mr. Marshall, que no quiere cantar ole con ole a los americanos, que no quiere seguir vendiéndose por un plato de perritos calientes amarrados con longanizas, que no quiere ser el eterno ayudante del sheriff John Wayne, en esta película de indios y vaqueros, donde siempre matan al pianista del saloon y a la chica del can-can.

Desde luego, condenamos la violencia, venga de donde venga. Empezando por la violencia que sufren los jóvenes en los mítines del partido en el Gobierno hasta las adolescentes que reciben una tanda de palos policiales cuando se limitan a pedir ayuda para una mujer herida por esas nuevas legiones romanas. Aquellos que apostamos decididamente por la paz y por el desarme no podemos apoyar, desde luego, a esa pandilla de gamberros que alguien entrena para que su violencia sea lo único que sale en la foto después de nuestras manifestaciones. Porque nosotros somos, por lo visto, los que tiramos huevos contra las sedes del Partido Popular. Manda huevos que un Partido y un Gobierno que ha convertido en ciencia exacta el hecho de hacer política por huevos, esté tan preocupado por los daños colaterales que sufre el mobiliario urbano o el parqué de sus sedes y no les importe un ápice que todo un pueblo, como Irak, esté recibiendo a diario un bombardeo mucho más peligroso. A ellos no les interesa parar una guerra. A ellos, sólo les interesa detener una derrota, la de las elecciones. Pues bien, lleguemos a un acuerdo, les propongo un canje: les entrego mi supuesto canasto de huevos a cambio de que los B52 dejen de cruzar el espacio aéreo de mi país, que se supone que es libre, que se supone que no es un simple cabo furrier de la Casa Blanca, que se supone que tiene dignidad y orgullo y que a esa extraña emoción algunos de ese mismo partido le llamaban, hasta hace poco, patriotismo, entre banderas al viento sobre el Paseo de Colón. Les propongo que, a cambio de un puñado de piedras contra las vistosas cristalera de sus locales, nos entreguen las minas antipersonas, las bombas que están arrasando Bagdad y Basora, las bombas que matan a los irakíes, con la excusa de liberarlos, las bombas que permiten que, más temprano que tarde, llegue cualquier marine norteamericano y pose ante las cámaras de la historia, arriando la bandera de Irak y enarbolando la de las barras y estrellas, la de Estados Unidos, la del águila implacable y la de la ambición mucha. Si se suponía que íbamos a liberarles, ¿por qué le cambiamos la bandera, como si les estuviéramos invadiendo? Matarles en masa, ¿no es una extraña manera de traerles la libertad? ¿Cuántos muertos harán falta para que los niños iraquíes tengan derecho a consumir un big mac?.

Y es que les estamos invadiendo. Y es que lo único que pretendemos, con esta guerra atroz, es liberar a los pozos petrolíferos para que se los partan y repartan los buitres que han hecho posible esta matanza, para que la presunta reconstrucción del mismo Irak que estamos destruyendo, corra a cargo de empresas norteamericanas como la que presidía el bueno de Dick Chenney, como las que controlaban, hasta hace poco, Condoleza Rice o el mismísimo Georges W. Bush, el tejano de acento contagioso, el doctor muerte de la silla eléctrica cuando era gobernador de su Estado y ya presagiaba lo que vendría ahora. El Bush de antes y el Bush de ahora es el mismo asesino de siempre. Lo único que ha hecho es agrandar el corredor de la muerte.

Nos están robando la paz y las palabras.

Para nosotros, el único fuego amigo es el de una hoguera donde ponernos a cantar bajito una canción de John Lennon.

Si el Gobierno nos asegura que sólo estamos enviando ayuda humanitaria, ¿por qué no les enviamos a la Cruz Roja y a Médicos Sin Fronteras?, ¿Por qué les mandamos novecientos soldados sin contar los especialistas en los sistemas AWACS que probablemente estén ya acompañando a los bombarderos de la muerte?.

Para nosotros, los daños colaterales no son viviendas reducidas a cenizas, un puñado de mujeres muertas cuando iban a la compra o los cascotes de una supuesta fábrica de armas de destrucción masiva, que simplemente era una simple farmacia. Para nosotros, los daños colaterales son crimenes de guerra por los que, más temprano que tarde, terminarán respondiendo los asesinos ante los tribunales o ante la historia.

Nos están robando la paz y las palabras.

El presidente y sus ministros repiten que aman la paz, pero preparan la guerra; que aman la paz pero están ayudando a desmantelar a la ONU, que es la última frontera de la edad contemporánea, contra la barbarie del único imperio mundial que queda sobre la tierra. Que aman la paz, pero pagan del fondo de reptiles a los provocadores encapuchados que revientan nuestras manifestaciones pacifistas. Como si fueran aquellos incontrolados que hace veinticinco años mataban por las calles de este país a Arturo Ruíz y a Yolanda González, a José Manuel García Caparrós y a Javier Verdejo. A lo peor, son los mismos: los mismos que pusieron una pistola asesina en manos de aquellos provocadores que mataban a estudiantes y a obreros, son los mismos que están utilizando, al final de nuestras manifestaciones, a una panda de maderos de la secreta o a un batallón de ultraderechistas para hacerse pasar por el Cojo Manteca y desprestigiar a todos aquellos que estamos luchando por la paz con la paz desnuda, que es nuestro arma más poderosa, que es nuestra arma más implacable, que es nuestra fortaleza inexpugnable, por muchos que os pese, señores del Gobierno títere, por mucho que os pese, déspotas de la gasolina y tiranos del nuevo orden mundial.

Contra esta guerra de Irak, y contra la de hace trece años. Contra todas las guerras de Afganistán. Contra la matanza de kurdos, sea en Turquía o sea en Irak, contra la matanza de chechenos, contra la humillación de los indios misquitos, el olvido de los mapuches y el exterminio de todas las pieles, sean rojas o no. Contra el genocidio que vive y que muere el pueblo palestino. Contra el fanatismo que mata con la Biblia, el Talmud o el Corán. Contra ese otro fanatismo que sólo mata a golpes de talonario. Contra el viejo olvido del pueblo saharaui, contra todos los muertos que ya ha costado la guerra entre la riqueza y la pobreza que se libra desde hace mucho en aguas del Estrecho. Contra todo esto y mucho más, contra todos los bloques y todos los carniceros, contra la muerte toda, venga de donde venga. Les diré que, contra todo eso, nos hemos concentrado hoy aquí.
Y aquí, en Rota, lo hemos ido diciendo, a lo largo de estos últimos años y, hoy, lo repito, por si no lo escucharon:

Gracias por estar ahí, enfrente nuestra, gracias por haber elegido ser lo que nosotros no quisiéramos ser nunca. Gracias, porque vamos a venceros, heraldos negros, espantapájaros de la vida, cazadores de almas, domesticadores de la rabia y amaestradores de la rebeldía. Vamos a venceros con pasión y con belleza, vamos a arrinconaros con las banderas de la vida, con la resurrección de la alegría, con un fantasma que recorre Europa, el mundo, y al que nosotros llamamos utopía.

Frente a vuestra fuerza, las fuerzas de la naturaleza.

Frente al cuerpo de marines, un cuerpo desnudo y deseado.

Frente a vuestro ejército, un escuadrón de besos y canciones.

No os vamos a vencer, no tengáis miedo. Os vamos a convencer, suavemente, como convencen los amantes, los crepúsculos y los boleros.

Vosotros, los poderosos, los que vivís lejos de aquí y cerca de vuestras cuentas corrientes, nos ponéis en peligro aunque digáis que nos queréis salvar del peligro. Nos metéis en guerra, aunque mentís diciendo que venís en son de paz. Vosotros decís que sois nuestros salvadores, creéis que la vida es una pechera llena de medallas y que es legítimo que exista la deuda externa, los cementerios nucleares, el agujero de ozono y las bombas de uranio empobrecido cayendo como una maldición eterna sobre los pobres de solemnidad. Para vosotros, los desfiles y el cornetín de órdenes, el pentágono y la trilateral, las glorias sin las penas, vuestros nombres dándole nombre a las calles, la guerra limpia y la sangre ajena, el sudor de los muertos y las lágrimas del pueblo llano.

Pero vamos a ganaros, hombres blancos que habláis con lengua de serpiente. Os tenemos rodeados. No tenemos base, ninguna base, eso es cierto, pero tenemos la fuerza de la razón, que a la larga siempre puede más que la razón de la fuerza.

Vosotros tenéis un sueldo. Nosotros tenemos un sueño.

Vosotros tenéis unas órdenes que cumplir. Nosotros sólo queremos seguir cumpliendo años.

Vosotros guardáis secretos militares. Nosotros sólo guardamos secretos del corazón.
Para vosotros, el un, dos, un dos, papa y arroz. Para nosotros, yesterday, all my trouble seem so far away.

Para vosotros, el señor, si, señor. Para nosotros, el te quiero.

Para vosotros, el color caqui. Para nosotros, el arcoiris.

Para vosotros, los tanques. Para nosotros, los de cerveza.

Para vosotros, las hojas de servicio. Para nosotros, las hojas de los árboles.

Para vosotros, los himnos. Para nosotros, las bulerías.

Para vosotros, las semillas transgénicas, las vacas locas y la fiebre aftosa. Para nosotros, el pan desnudo y crujiente de la vida cotidiana.

Vosotros decís que nosotros no tenemos ninguna base. Ojalá fuera cierto. Que se lleven esta base y las demás. Les quedaría preciosa en la salita de la Casa Blanca. Nuestro buen presidente Georges Bush podría jugar a los Phantom cuando se cansara de electrocutar a negritos sin colacao y a hispanos sin mariachis. Que pongan los nuevos atraques de la VI Flota en el despacho oval. En el jardincito, puede ampliarse la pista de paddle para que quepan más avioncitos y José María Aznar, Tony Blair o cualquier otro de sus chicos de servicio, pueden sacar a pasear sus submarinos nucleares cada noche, para que hagan sus necesidades de deuterio en el parterre de los vecinos.
No es verdad que seamos una pandilla de jipis pasados de fecha, de pacifistas sin causa, de rojos peligrosos en vías de extinción. Nosotros, sólo queremos reconvertir las bases para que defiendan enérgicamente a Picasso, a los puentes de Praga y al alma de Harlem, contra los horteras y contra la televisión basura.

Queremos que los ejércitos protejan nuestras sombrillas de playa para que no nos invada la división panzer de las urbanizaciones enemigas.

Queremos que las guerras preventivas sólo prevengan el Sida. Queremos que el ejército, sólo sea de salvación.

Que en lugar de convertir a los inmigrantes en soldados, sean todas las armas las que tengan que emigrar.

Que los portaviones ayuden a las pateras en vez de perseguirlas.

Que los acorazados se conviertan en los basureros de las mareas negras.

Que taponen con fragatas los vertidos urbanos y los industriales.

Que los únicos boinas verdes sean los ecologistas.

Que los novios de la muerte se desenamoren de ella.

Que el séptimo de caballería se fugue con la novena de Beethoven.

Que todos los uniformes se los regalen a los bomberos.

Que las bases sólo sirvan para calcular el área de las figuras geométricas.

Que el rompan filas, sólo sea una marca de ron.

Que los teatros de operaciones sólo estrenen comedias musicales.

Que los campos de batalla se conviertan en campos de fútbol.


Que los proyectiles se vuelvan supositorios.

Que el miedo ya no guarde ninguna viña y que, en la película del presente y del futuro, mi país deje de ser el mayordomo del Tío del Saco, la chacha de los asesinos, el traficante de pieles que le vende rifles y agua de fuego a los salvajes dictadores, el cabo primero de una tragicomedia que cuando un superior le dice que baje el saludo, él siempre suplica: “Déjeme un poco, un poquito más, mi comandante”.

Que se queden con todas sus bases y con todos sus muertos. Que la Estatua de la Libertad deje su empleo como funcionaria de la CIA. Que el Tío Sam ya no nos necesite y que los únicos marines que veamos por casa sean los que pasen un día en Nueva York con Gene Kelly y Fred Astaire, en la pantalla en technicolor de los televisores. Les pido que cambiemos sus bandas de misiles por una banda de jazz. Que su eterno tiro de gracia les salga por la culata de Wall Street y hiera de muerte las acciones de sus multimillonarios.

Que nos dejen en paz, que nos den francorrida, que se pare esta guerra o cualquier otra guerra y que llegue el día en que la humanidad tan sólo se muera de aburrimiento. No a la guerra, no en nuestro nombre, ¿les queda claro, pandilla de traidores a la causa del ser humano?.

5 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Vaya ladrillo Barsa, infumable leer eso, no por lo que dice sino porque es demasiado extenso. Pa echarlo a los cocodrilos directamente. Pon los textos más cortito que tienen más exito seguro....

4:13 p. m.  
Blogger Syl said...

haré un copia y pega pa cuando tenga un rato...dios!!!...no lo habrás escrito tú palabra a palabra, no???...

besitos (habló doña rollera).

5:17 p. m.  
Blogger Rossimilio said...

Buenaaaaaaas a tod@s. Ya soy socio del Cádiz CF para la próxima temporada.

Respecto al post se trata del Discurso del "No a la Guerra" que leyó el periodista gaditano Juan José Téllez delante de la puerta de la Base Militar de Rota en la Marcha a Rota del año 2003. Estuve allí con Fran e Irene, dos amigos míos que acudimos aquella mañana calurosa del mes de abril con la esperanza de que aquella protesta sirviera para mostrarle al mundo que Andalucía es una tierra antimilitarista y antibelicista y que es capaz de juntar a jóvenes y niños para gritarle al mundo un "No" rotundo a las guerras las hagan quienes las hagan, sean del PP o del PSOE.

Aquí lo he colgado. Si tenéis tiempo y ganas echadle un vistazo. Fran, Irene y yo flipamos aquel día escuchando el discurso siempre lúcido y cargado de humanismo en el fondo y de belleza en las formas del siempre comprometido periodista Juan José Téllez, del que adjunto foto.

Espero que os guste. Yo me identifico con ese discurso.

8:28 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Ufff, vaya tela empece a leerlo y lo he dejado por la mitad. Rossimilio estoy de acuerdo contigo no a la guerra
Cassiano.

12:44 a. m.  
Blogger IRISHDECAI said...

Cuando ha declarado una Guerra el PP o el PSOE? Emilio te he dicho que dejes la bebida y te dediques a correr picha y deja a los politicos que les vayan dando

9:25 p. m.  

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