jueves, julio 10, 2008

Tres días de julio

Un saludo a tod@s ustedes.

Ayer noche zappeando en mi "lujosa" TV después de dar una vuelta con mi amigo Juanjo por ese Paseo Marítimo de Cádiz repleto de "fermosas doncellas" me encontré con una película homenaje a Miguel Ángel Blanco. Se trata del secuestro y posterior asesinato en manos de ETA de este joven concejal del PP en Ermua a quien ETA le puso un precio muy alto a su vida: se acabaría con su vida en 48 horas si el Gobierno español no acercaba a todos los presos etarras a cárceles vascas. El Gobierno no cedió al chantaje etarra y la consecuencia fue la que ya conocemos todos: varios tiros en la cabeza de Miguel Ángel Blanco que acabaron con su vida en un bosque de Lasarte (Guipuzcoa).

Se me viene a la cabeza inevitablemente aquellos 3 días. Quiso el destino que me encontrase en San Sebastián realizando un curso de verano de la Universidad del País Vasco, titulado "Crimenes contra la Humanidad en el nuevo orden internacional: perspectivas criminológicas". Llegué a la capital donostiarra un 9 de julio miércoles y aproveché la tarde para visitar la ciudad y su bellísima playa de La Concha. Me alojé esos tres días en en Colegio Mayor de La Salle.

Al día siguiente fue cuando ETA realizó el secuestro. Fue a primeras horas de la tarde y no tuve noticias hasta que me encontraba en un bar de San Sebastián cenando. Estaban viendo el Telediario de TVE y alí pude ver intervenciones de los principales líderes políticos del momento (Ardanza, Iturgaiz, Mayor Oreja, Rosa Díez, Múgica Herzog, Julio Anguita, Jordi Pujol, etc.) con el lazo azul. Misteriosamente me extrañó aquel gesto y pensaba que se trataban de imágenes de archivo de la liberación de Ortega Lara días antes, pero después pude averiguar que se trataba de una tropelía de ETA.

Una vez en el Colegio Mayor, pongo la radio y ya voy tomando conciencia de la verdadera dimensión de aquel suceso. Y de madrugada, escuchando Euskadi Irratia, llamaban madres de presos de ETA pidiéndole a los responsables de aquel secuestro que no llevaran a cabo su decisión por el bien de la Patria vasca".

Al día siguiente, 11 de julio, participé en una Concentración frente a los Jardines de Alderdi Eder, frente al Ayuntamiento de San Sebastián. Recuerdo que se formó frente a nosotros una contramanifestación de simpatizantes de Herri Batasuna, en la que profirieron gritos de "los asesinos llevan lazo azul" y demás lindezas. Los demócratas permanecimos en silencio frente a la actitud desafiante de aquel mundo radical.

Y el día 12 de julio, sábado, hicimos los participantes del Curso de Verano una concentración silenciosa en las escaleras del Palacio Miramar, lugar donde se impartían los cursos, a la que acudió como representante del Gobierno vasco el Consejero de Economía de aquel momento, Juan José Ibarretxe y la socialista Rosa Díez. A las 4 de la tarde, hora del cumplimiento del siniestro plazo, partía mi tren de San Sebastián para Madrid en el cual hacía regreso.

Fueron 3 días de disfrute en lo personal en cuanto a lo que supuso conocer San Sebastián, pero también fueron días de mucha confusión. No tenía TV y solo podía informarme a través de la radio. Recuerdo que en San Sebastián se respiraba un ambiente de falsa normalidad. Aun así, cuando comencé a escuchar en Euskadi Irratia las reacciones de aquel mundillo abertzale de especial división yo era optimista y pensaba que ETA no iba a cumplir con su palabra. Falso error.

De aquellos tres días poco más se puede decir que no se haya dicho antes. De aquel episodio la primera conclusión que extraemos en la capacidad criminal e inhumana de ETA. Ya sabíamos donde estaban los límites de su crueldad pero aquello ya lo traspasó. Creo que las 48 horas que pudo haber vivido Miguel Ángel Blanco podrían haber sido mucho peor que el hecho de su asesinato en sí. Trato de ponerme en su pellejo y aquella sensación de horror que tuvo que haber vivido es la que hace pensar que los límites de la crueldad humana están aun desconocidos.

A nivel social aquello abrió una ventana para la esperanza. Vimos como una sociedad se quitó la careta del miedo y a cara descubierta le plantó cara al mundo radical abertzale. Manifestarse en contra del terrorismo en Euskadi es un acto de osadía, yo lo pude comprobar in situ, pero creo que aquello nos hizo albergar la esperanza de un antes y un después a la hora de manifestar una actitud rebelde frente al terrorismo.

Y a nivel político se creó un "Espíritu de Ermua", un clima de unidad de toda la clase política vasca, haciendo un frente común contra ETA y su entorno. Se trataba de crear un clima de aislamiento político del entorno abertzale. Aquella pretensión degeneró en un clima de frentismo entre nacionalistas vascos y nacionalistas españoles. Por primera vez se rompe con la política transversal de gobierno de nacionalistas vascos y socialistas en Euskadi llegándose años después a un pacto de gobierno entre PNV-EA-EB.

En fin, aquí mi recuerdo de aquellos tres días. Me convertí en testigo privilegiado de como una sociedad entera se movilizó frente a ETA y de como lo mejor de una sociedad es capaz de florecer frente a quienes se posicionan como enemigos de la democracia. Once años después es inevitable mirar al pasado y recordar aquellos 3 días de julio porque seguro que nos sirve como sociedad para recordar viejas lecciones ya olvidadas.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Si era en Antena 3, se trata de una serie de dos documentales, que no he podido ver, pero que quiero intentar buscar. Si los consigo, te avisaré para pasártelos.

6:22 p. m.  

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