Necesitamos a los intelectuales
Leo estos días la prensa, escucho la radio y veo la TV en estos días de zozobra económica y me doy cuenta de que estamos en una época histórica de enorme cambio y de transformaciones muy profundas.
Soy de una generación de adultos que vivió con pleno uso de razón la caída del Muro de Berlín. Me pilló con 14 años, en una época en la que no tenía ningún tipo de conciencia política (salvo que no quería la entrada de España en la OTAN porque aquello suponía participar en las guerras que hacía el malvado Ronald Reagan. A día de hoy sigo pensando lo mismo). En aquellos años de partidos de fútbol interminables en el patio del cole, de pandilleo y de visión lúdica de la vida me llamaba la atención lo que se cocía en los medios informativos. Crecí recibiendo explicaciones en las aulas del cole que el mundo se dividía en dos bloques: por un lado el bloque occidental, al que pertenecía EE.UU y Europa, y el bloque oriental, al que pertenecía la URSS y el resto de regímenes comunistas. En aqellos años uno de esos dos bloques se desmoronaba y el mundo ya no volvería a ser como antes. Eran unos años en los que yo desconocía la diferencia entre modelos de sociedad, valores, ideas entre un bloque y otro bloque. Si acaso, en los países del Este se daba muchísima importancia a la educación de las jóvenes generaciones y al deporte.
Años después, con más uso de razón, logré aprender lo que supuso la caída del Muro de Berlín. Aparte de las consecuencias más visibles (unificación de las dos Alemanias y desintegración de la antigua URSS surgiendo nuevos estados) quizás lo que más nos ha llegado es la impronta machacona del triunfo del modelo neoliberal económico y que todo su entramado de valores, cultura e ideología no tenían alternativa alguna. Era el triunfo de las tesis de Fukuyama: el transcurso de la Historia llega a su fin con el triunfo del modelo neoliberal. Y ante este triunfo, cualquier alternativa o correcciones que se osara hacer desde otros grupos sociales (sindicatos, ONG's, grupos ecologistas, etc) era tachado de trasnochada y de querer rescatar unas ideas obsoletas y fracasadas en la noche de los tiempos.
Conceptos como "desarrollo sostenible", "protección social", "justicia social", "igualdad de oportunidades", "solidaridad", "cohesión social", etc. eran silenciados ante las recetas del neoliberalismo más salvaje de toda la vida. Neoliberalismo en los que EE.UU. marcaba el paso y el resto del mundo les seguía en este desfile de las vanidades. El Tratado de Maastricht en 1992 fue la primera estocada al modelo de Estado social, con su obsesión por el control del déficit público sin tener en cuenta las necesidades sociales. Y esto por no hablar de la política de privatizaciones acometidas en muchos países y en las que José María Aznar puso tanto empeño para hacer un plan de maquillaje contable y así poder entrar en la Moneda Única Europea.
En definitiva, malos tiempos para la lírica. Pero ahora estamos viendo que este pensamiento único que nos querían imponer hace aguas por todos lados. Vemos un sistema financiero norteamericano completamente desprestigiado y que van a tener que financiar, quieran o no, todos los trabajadores de aquel país para cubrirle las espaldas a los irresponsables que han ocasionado una crisis de magnitudes, incluso similares a la de 1929 según los expertos. Se comienza a destruir empleo, las empresas se deslocalizan hacia países con menores costes laborales y, por supuesto, menos derechos sociales.
Y ante todo esto.. ¿qué hacer? ¿qué pensar?. Quizás haya que rescatar la voz silenciada de tantos intelectuales, ideólogos, politólogos, economistas que cayeron en el triste olvido. Y por supuesto, creo que habría que reelaborar un catálogo de objetivos a nivel mundial, nivel social y político. Y es aquí donde pienso en la necesidad de recuperar a estos intelectuales para que lideren de manera realista un proceso de reflexión. Creo que este es un buen momento para introducir en la agenda política objetivos ya olvidados por el todopoderoso modelo neoliberal como el del luchar contra el hambre en el Tercer Mundo, crear una política sanitaria a nivel mundial que salve a las próximas generaciones de enfermedades fácilmente evitables, internacionalizar los derechos laborales para evitar el dumping social y la competencia desleal en costes laborales, un control de los mercados financieros a nivel internacional, lucha por la educación universal, la alfabetización y la lucha contra el trabajo infantil. En definitiva, no solo tratar de corregir los excesos del sistema neoliberal sino incluso de presentar una alternativa viable a él con la finalidad de recuperar la dignidad del ser humano.
Si de estas tempestades se logra presentar una alternativa a la sociedad, se apuesta por un nuevo orden social y económico sostenible y con una descarada base humanista estoy seguro que algo habremos aprendido de esta crisis. Lo que está claro es que repetir las viejas recetas que nos parecían infalibles ya se ha visto que no nos sirve. Así que creo que ha llegado la hora de los intelectuales.